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Referendo y rechazo

No. No es falta de preparación ni miedo a la autonomía.

El occidente de Bolivia tiene una larga historia de demandas de autogobierno que no

están vinculadas al ansia de independencia del yugo español.

El documento más antiguo al respecto es la Capitulación de Potosí que el virrey

Diego López de Zúñiga y Velasco emitió el 21 de noviembre de 1561 otorgando

autonomía a la Villa Imperial que, hasta entonces, dependía administrativamente de

la ciudad de La Plata, hoy Sucre.

Una simple lectura de los resultados del referendo del pasado 20 de septiembre

permite entrever que los ciudadanos de La Paz, Cochabamba, Oruro, Sucre y Potosí

no votaron precisamente por sus estatutos autonómicos sino que, conscientemente o

no, orientaron el plebiscito a una aceptación o rechazo al gobierno de Evo Morales.

Y Potosí es la prueba.

Hasta el primer corte del recuento oficial de votos, el “no” llegaba al 90,74 por

ciento mientras que el “sí” apenas alcanzaba el 9,26 %. Faltando solo unas 11 actas

por computar, ese era el resultado de la votación en el municipio de Potosí, en la

capital de Departamento, la misma que entre julio y agosto se plantó al gobierno con

una huelga de 27 días.

Noventa por ciento es un porcentaje demasiado alto y solo puede explicarse por la

proximidad de la protesta potosina. Al momento de votar, los potosinos devolvieron

gentilezas a un Gobierno que no quiso escucharlos ni siquiera con su prolongada

huelga.

A medida que llegaron las actas de las provincias, el “sí” subió en porcentaje pero no

fue suficiente para imponerse en el cómputo final.

En general, las cinco capitales de los Departamentos que votaron por sus estatutos

respondieron con un contundente “no” pero el rechazo no estaba dirigido contra la

autonomía.

Los resultados demuestran que la población de las capitales ha comenzado a

cansarse —o ya lo hizo desde antes— con la forma en la que se está manejando el

país. Las urnas tradujeron el efecto de denuncias de corrupción que se sustancian

con la ley del embudo, como el caso del ex Fondioc, o con una actitud de soberbia

que fue evidente desde hace nueve años, cuando el MAS comenzó a gobernar, y no

ha cambiado pese al tiempo transcurrido.

Tal vez haya de por medio, también, un rechazo al intento de re­re­reelección del

presidente Morales pero, para tratar el tema, es necesario hilar más fino.

Por de pronto, es evidente que existe un rechazo por parte de la imprescindible clase

media, que todavía es mayoría en las capitales de Departamento, y eso debería ser

suficiente para que el Gobierno se preocupe.

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