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Reescribir la historia


El segundo concurso sobre historia del periodismo convocado por la Asociación de Periodistas de La Paz (APLP) fue un buen motivo para que los informadores volquemos nuestra mirada al pasado del país.
¿Fue realmente la Historia de Bolivia como nos la contaron? Lo que nos enseñan en las escuelas son cuentos de semidioses que surgieron del Lago Titicaca, de héroes capaces de coronar las hazañas más grandes, de cerros que hablan sobre quiénes deben explotarlos y de pastorcitos que encuentran yacimientos de plata a flor de tierra.
Por definición, la Historia es la ciencia que tiene como objeto de estudio el pasado de la humanidad. Su manejo, empero, estuvo y está tan sometido al ejercicio de la política como el periodismo mismo. Un simple ejemplo es la figura de Simón Bolívar que fue uno de los liberales más importantes en la Historia de América pero hoy es la figura epónima del socialismo del siglo XXI.
En esa línea, el gobierno de Evo Morales maneja hábilmente la historia. El discurso de los 500 años de opresión de los indios de América es la base para presentarlo como un redentor de su raza. Se acusa a los conquistadores españoles de haber devastado un imperio, el incaico, y de haber sojuzgado a los naturales de América durante medio milenio hasta que llegó Evo para hacer realidad la profecía de José Gabriel Condorcanqui: “volveré y seré millones”.
¿Habrá sido la conquista como nos la contaron?
En el legajo 45 de la sección Audiencia de Charcas del Archivo General de Indias de Sevilla está un documento fechado en noviembre de 1582 que demuestra que los gobernantes de Charcas, Qaraqaras, Chichas y Chuis, que eran cuatro grandes naciones andinas, se sometieron a la autoridad del rey de España, se entregaron a Hernando Pizarro y uno de ellos, Coisara, incluso acompañó la expedición de Pedro Valdivia a Chile.
No hubo, entonces, devastación y saqueos como refiere la historia oficial. La conquista española utilizó también la persuasión —y el engaño— para apoderarse del imperio incaico y lo sometió no precisamente con la pólvora sino con una serie de ardides que se prolongaron en el tiempo.
Más que ocupación militar, lo que se produjo en esta parte de América fue un inevitable sincretismo. Princesas indias como Beatriz Ñusta, hija del inca Sairi Tupaj, se casaron con nobles españoles como Martín García de Loyola, hermano de Ignacio de Loyola, el fundador de la orden de los jesuitas.
Si encontramos inexactitudes —y mentiras— sólo en lo que se refiere a la conquista española, ¿qué más hallaremos si le dedicamos un poco más de tiempo al estudio de la Historia?
El pasado de un pueblo es parte de su patrimonio intangible, es la base sobre la cual construimos el presente y proyectamos el futuro. ¿Qué resultados puede obtener un pueblo que ha construido sobre mentiras?
La APLP convocó a un concurso sobre historia del periodismo después de 67 años (el primero lo ganó Carlos Montenegro con “Nacionalismo y coloniaje”). Que este segundo concurso sea el motivo para que los periodistas le pongamos más atención al estudio del pasado de Bolivia y que los estudiosos de esta ciencia acometan un desafío ineludible: reescribir nuestra historia.

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