Quienes atribuyen la frase “renovarse es vivir” a José
Enrique Rodó se equivocan. Lo que en realidad dijo el uruguayo fue “reformarse
es vivir” y lo hizo al comenzar el primer capítulo de su celebrado “Motivos de
Proteo”.
Eso sí… la frase “vivir es cambiar” es de Paulo Coelho quien
agregó que “las estaciones nos repiten esta misma lección todos los años”.
Y es que la naturaleza cambia, se renueva, se transforma y
hasta se reforma.
La tierra, la Pachamama, cambia constantemente y solo así
puede ofrecer sus frutos. Las hojas de las plantas caen para dar paso a otras
nuevas y las aguas de un río nunca son las mismas porque se renuevan
constantemente en su marcha hacia los océanos. El agua de los mares sube a los
cielos mediante la evaporación y torna a la tierra en forma de lluvia. Es un ciclo,
son varios ciclos… la Pachamama cambia, cambia y se renueva.
La lección de la tierra es el cambio y, cuando el cambio no
llega, la lección puede ser dolorosa. Las águilas, por ejemplo, viven 70 años
pero, al llegar a los 40, se enfrentan con una dura decisión: cambiar o morir. A
esa edad sus uñas se doblan y su pico ha crecido tanto que está a punto de
hundirse contra su pecho. Entonces debe golpear su pico hasta destruirlo y
esperar que le salga uno nuevo. Unos 150 días después, podrá arrancarse las
viejas garras con su nueva mandíbula y la renovación se habrá completado:
vivirá 30 años más.
Los gobernantes nunca entendieron la lección de la
naturaleza y por eso surgieron las monarquías. A título de derecho divino,
muchos hombres se erigieron en reyes, cónsules, protectores o emperadores de
sus pueblos y solo dejaron el poder con la muerte. Los incas, aquellos que
veneraban a la Pachamama, tampoco escucharon su orden y se inventaron la
historia de que eran hijos del sol para justificar su supuesto derecho a
gobernar a los suyos. Había cambio pero no renovación porque al morir el padre
el siguiente en gobernar era su hijo.
Al desoír el mandato de la renovación, los gobernantes
dañaron a sus pueblos y los condujeron al caos. Muchas sociedades evolucionaron
hasta llegar a ser imperios pero cayeron poco después de alcanzar su apogeo.
El mandato de la naturaleza es cambiar, renovarse, y eso
también se aplica a los gobernantes. Si una persona gobierna un tiempo, por
mandato de su pueblo, luego debe dar lugar a otro.
Permanecer en el poder más tiempo del debido no solo es
conservar o prorrogar sino, fundamentalmente, anquilosar.
¡Cuidado! Si no escuchamos a la Pachamama, si no reformamos para
renovar, nuestro destino podría ser el del águila que no quiere cambiar.
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