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Negocios

Se llamaba John Hsin y era nada menos que el presidente de Funny Trading Corporation, una multinacional taiwanesa, aunque ese no era el dato que figuraba en la tarjeta identificatoria que estaba junto a él. En la tarjeta, que tenía el número 32, se leía “Taipei chino (Taiwán)” y la única identificación era la de otra empresa asiática, Yü Tong Trading Co.
Hsin debe tener unos 60 años. Sus ojos, serenos y escrutadores, miraban la bolsa de nylon celeste desde detrás de unos anteojos gruesos de policarbonato. “Dice si el producto viene en estas bolsas”, preguntó el traductor y la respuesta fue inmediata: “No, no, no. Celofán. Todo de acuerdo a la norma”.
La seguridad de la respuesta no parecía corresponder a su autor. El hombre estaba sentado frente a Hsin y vestía una camisa a cuadros de mangas cortas. De rostro moreno y ojos vivaces, era el que más respondía a las preguntas del taiwanés aunque su español era incompleto, tanto que, a veces, el traductor chileno tenía que pedirle que repita su respuesta.
Junto al hombre de camisa a cuadros estaba otro más joven que vestía polera verde y usaba una gorra. Él también seguía el rumbo de la conversación e intervenía con seguridad. “Somos la segunda empresa más grande de Bolivia”, dijo y aclaró que la plantación estaba en Cobija, Pando.
Sí. Los hombres morenos sentados frente al pálido taiwanés eran bolivianos. Paceños, para ser más precisos. Viven en Pando desde hace varios años y allí, junto a otros colonos del occidente del país, sumaron sus hectáreas de tierra para constituir una empresa, Eximcar S.R.L., que se dedica a la producción de castaña, café y madera.
Estaban en Iquique, en la macrorueda de negocios “Socios comerciales: Asia Pacífico y Sudamérica” que se realizó bajo la organización de la Cancillería de Chile.
En los momentos en que asiáticos y sudamericanos se reunían a orillas del Pacífico, los reportes que llegaban de Bolivia lo pintaban como un país en pie de guerra. Ya se sabía que el MAS aprobó irregularmente su Constitución en un recinto militar, que hubo muertos y enfrentamientos en Sucre y corría el rumor —desmentido después— de que los mineros cooperativistas de Potosí marchaban hacia la derrotada capital constitucional.
Pero esas noticias alarmantes no lograron filtrarse a los salones del hotel Gavina de Iquique, ni siquiera a través de la conexión ADSL a internet de las laptop que los asistentes a la macrorueda de negocios podían utilizar gratuitamente.
Lo que le interesaba a esa gente era vender y comprar y a los exportadores bolivianos, tan originarios como los “ponchos rojos”, les interesaba acomodar sus productos en los mercados asiáticos.
Al terminar la negociación con Hsin, el taiwanés les dijo que estaba interesado en la castaña y se pondría en contacto con los bolivianos. El de la gorra sacó un trozo de madera e intentó negociar su venta también pero Hsin les dijo que él no conocía nada de ese rubro. Señaló con el índice la bolsa de nylon celeste y se levantó para estrechar la mano de los productores de castaña. Era el mediodía pero los bolivianos querían seguir negociando. Unos vietnamitas de Multinations Trading Co. que estaban en la mesa vecina recogieron sus papeles, los pusieron en sus portafolios y, tiempo de retirarse, se acercaron a los bolivianos para decirles en español: “a la tarde”.
No sé si Alfredo Marquez y Cruz Carlo, paceños exportadores de castaña que se produce en Pando, pertenecen a la Bolivia del occidente o a la agropecuaria de la “media luna” pero sí sé que se trata de campesinos del occidente boliviano que, en lugar de bloquear, enfrentarse a sus hermanos o protagonizar huelgas, prefieren trabajar para tener una vida mejor. ¿Cómo sería Bolivia si los demás campesinos actuaran igual?

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