El gobierno de Evo Morales no está haciendo nada que no haría otro gobierno.
Comienzo esta nota con esa afirmación y/o declaración para tranquilidad de los colegas que se inquietaron tanto por la reacción de los periodistas ante los artículos 16 y 23 de la ley antirracismo que, además de lanzar una sarta de acusaciones y hasta organizar campañas en contra, ya le están dando forma a la fábula de que la oposición a esos artículos forma parte de una conjura de la derecha con el fin de tumbar al actual régimen.
Pues no. Ni existe conspiración alguna ni el gobierno está descubriendo la pólvora en lo que al control de la prensa se refiere.
Lo que busca este gobierno es lo mismo que buscaron, buscan y buscarán todos los gobiernos del mundo en todos los tiempos y en todos los países: el control de la información.
Como sabemos, la información es uno de los insumos del periodismo que no sólo la maneja a través de los medios de comunicación social sino que también la hace pública. Ahí está la razón de los choques entre gobierno y prensa cuando de control de la información se refiere.
En pocas palabras, la información es un conjunto de datos o conocimientos. El Diccionario de la Real Academia Española dice que esos conocimientos “permiten ampliar o precisar los que se poseen sobre una materia determinada” mientras que el Diccionario de Periodismo, Publicaciones y Medios de Jorge Consuegra afirma que la información es la “medida de la reducción de la incertidumbre que puede haber a propósito del estado de una parte del universo”.
Sin hilar tan fino, los maestros saben que el conocimiento es poder y, como la información es un conjunto de conocimientos, entonces se convierte en una enorme fuente de poder.
Es tan grande esta verdad para los gobernantes —los de ahora, los de antes y los de siempre, no sólo Evo Morales— que la historia sobre los actos de control de la información y divulgación de conocimientos es tan larga y vasta como la mismísima historia de la humanidad. Es la explicación al control que la Inquisición ejercía sobre los libros y a la persecución que sufrieron los primeros impresores.
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Tupaj Yupanqui |
Más aún, en la historia de esta parte de América existe un capítulo poco conocido al respecto: el de la desaparición de la escritura que fue decretada por un inca con el propósito de consolidar su régimen.
Según esa versión, quien logró consolidar la primera expansión del Tawantinsuyo fue Viracocha, el que derrotó a chancas y collas, pero no pudo disfrutar de su triunfo porque murió a poco de obtenerlo. Su heredero, Tupaj Yupanqui, comprendió que la escritura era un medio de transmisión de conocimientos (poder) así que, para sellar las conquistas de su padre, ordenó la eliminación de las letras en sus tierras, mandó matar a amautas y kipukamayoj e hizo fabricar una historia oficial de los incas que es la que persiste hasta nuestros días.
Por tanto, la insistencia del gobierno de Evo Morales en controlar la información, incluso a través de la redacción de nuevos textos oficiales de enseñanza, no debería de extrañarnos: es una conducta natural de un proyecto político que, tras llegar al poder, pretende ejercerlo el mayor tiempo posible.
Los que posibilitan el control de la información, ya sea como censores de gobiernos dictatoriales o acompañando a los coros que cantan loas a los gobiernos democráticos, se convierten en parte de un proyecto que no es del pueblo sino de un sector de este, de un partido. Son los funcionales, aquellos tontos útiles que no entienden que, al final, el fondo de esta guerra es otro.
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