La noticia ya está resfriada pero, como algunos ya hablan de
una “nueva oposición”, la presentación de un grupo de personas que anunciaron
que harán campaña por el “no” sigue vigente.
El grupo está conformado por el alcalde de La Paz, Luis
Revilla, otros políticos y la periodista Amalia Pando. Su característica es que
la mayoría estuvo vinculada de una u otra manera al MAS, por lo menos en su
primer periodo de gobierno, así que, por mucho esfuerzo que haga el oficialismo
en desacreditarlos, no se les puede tildar de “derechistas”.
Sus acciones nos darán indicios de cómo actuará el grupo en
su campaña así que yo me concentro en la presentación, que es la que motivó
este artículo.
Los reportes dan cuenta que la presentación se hizo en el
día, en horario de oficina, y ahí salta la observación a Revilla. Yo no soy
elector de La Paz pero no me parece ético que un servidor público, cuyo sueldo
es pagado con el dinero de todos, tenga que emplear sus horas de trabajo en
actividades políticas que no están directamente relacionadas con sus deberes.
Así sea a riesgo de no haber tenido suficiente prensa, la presentación debió
haberse hecho en otro horario.
El otro detalle es la participación de Amalia Pando. Luego
de haber hecho noticia con su alejamiento de Erbol, la periodista prefirió
mostrar sus intenciones y anunciar a su público que haría campaña por el “no”.
Hasta ahí vamos bien porque es preferible un periodista que te avisa cuál es su
posición respecto a un hecho que el que no te avisa pero actúa en consecuencia.
El problema es que Amalia no solo avisó sino que apareció
públicamente junto a otros políticos. Surge, entonces, la pregunta de si cruzó
la línea o no.
Como cualquier ser humano, el periodista tiene posición
política pero, a la hora de ejercer su trabajo, debe mantenerse en el papel del
observador que recoge los datos para transmitirlos al público. Por ello, no es
concebible que el periodista asuma posición de respaldo a ningún gobierno; es
decir, que se convierta en oficialista, pero tampoco lo es que asuma el papel
de opositor.
Es cierto que el periodismo tiene otras funciones como, por
ejemplo, la interpretación de los hechos y la orientación al público pero estas
no deben confundirse con el proselitismo.
En la misma situación están los medios estatales, aquellos
que funcionan con recursos públicos. Lo correcto es que informen, como
cualquier otro medio, pero, si se convierten en amplificadores del discurso
gubernamental, no están trabajando para la gente, que es la que paga sus
insumos y los salarios del personal, sino para quienes ejercen el poder y eso
no es periodismo sino propaganda.
Y así como no se puede trabajar con el gobierno, ni
reproducir su discurso en la línea que él quiere, tampoco se puede utilizar los
medios privados para hacer labor opositora. Se puede informar, interpretar, educar,
orientar a la opinión pública y fiscalizar la administración del Estado sin
necesidad de realizar labor de oposición porque esa no es tarea de los
periodistas sino de los partidos opositores.
Se puede trasponer la línea y convertirse en oficialista u
opositor pero debe quedar en claro que, al hacerlo, se deja de hacer periodismo
y se pasa al proselitismo.
Ahora ya sabemos que Amalia Pando hará campaña por el “no”.
Resta conocer si lo hará ejerciendo su derecho ciudadano o apelando al
periodismo. Si usa el periodismo para su campaña, ya no está ejerciendo su
derecho sino el de todos, el del público que tiene derecho a recibir
información sin contaminación alguna.
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