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Divídete y perderás



Un bicentenario no se celebra cada día, ni siquiera cada siglo, pero, pese a la magnitud de la fecha, el festejo por los 200 años del inicio de la Guerra de la Independencia volvió a sacar a flote la vocación contendiente y divisionista de nuestro país.
Pero no peleamos sólo por el advenimiento del bicentenario o desde que Evo Morales llegó al poder. Los bolivianos estiramos la carreta del país en direcciones opuestas desde siempre y sólo nos damos cuenta de lo que estamos haciendo cuando un Gobierno convierte el odio en política de Estado y la respuesta de sus anodinos opositores es organizar una milicia separatista.
Hasta nuestras visiones de la Historia son diferentes. Mientras los sucrenses celebraban los 200 años del primer grito libertario de América, el presidente mismo encabezaba un acto paralelo en el que recordaba que antes del 25 de Mayo de 1809 hubo otros movimientos independentistas.
Si de rebeliones contra los españoles hablamos, habrá que apuntar que el primer antecedente en América es el alzamiento del cacique Guaroa, que se sublevó contra el capitán Diego Velásquez de Cuellar en 1515, en territorio del actual Santo Domingo.
En lo que hace a Bolivia, el antecedente más remoto —aunque no el más exacto desde el punto de vista geográfico— es la rebelión de Manco Inca en 1536. También llamado Manco Capaj II, Manco Inca Yupanqui fue coronado Sapa Inca por los españoles quienes lo utilizaron como un títere mientras proseguían la conquista del Perú. Tras asumir conciencia de su situación, se alzó contra los europeos y se instaló en Vilcabamba desde donde lanzó una guerra de reconquista que sus hijos mantuvieron hasta 1572.
Los incas de Vilcabamba intentaron reponer un imperio que los españoles jamás habrían conquistado de no haber mediado la división. Francisco Pizarro llegó al Perú con apenas 180 hombres y 37 caballos pero puso someterlo gracias a que esa sociedad estaba dividida por la guerra entre Huáscar y Atahuallpa. Aprovechando las peleas internas, el ex porquerizo se alió a varios caciques opositores a Atahuallpa y, tras capturar a este, lo sustituyó por su hermano Tupaj Huallpa y se casó con una hija de Huayna Capaj. Para sus aliados, Pizarro era un hombre tan respetado que recibió el título de Apu (el máximo, el mayor) que hoy en día incluso se utiliza para referirse a Dios.
Más de 200 años después de la sublevación de Manco Inca Yupanqui, en Chuquisaca se encendió la chispa que después se tornó en un incendio denominado Guerra de la Independencia pero hasta en esta hubo división.
La conducción de la guerra fue motivo de disputa entre los líderes y los doctores, no de Charcas sino de Buenos Aires, les dieron un papel marginal a figuras como los esposos Padilla y Martín Güemes. Después de 15 años, los españoles fueron expulsados pero los nuevos dueños de la situación no fueron precisamente los que iniciaron la guerra… división, división, siempre división…
Hoy, 200 años después del inicio de la Guerra de la Independencia y transcurridos 476 de la rebelión de Manco Inca, los bolivianos estamos tan divididos como en tiempos de Huáscar y Atahuallpa. Lanzamos discursos panegíricos para una historia mal enseñada y, como no aprendemos sus lecciones, seguimos repitiendo los errores de siempre.
Hay masistas que sueñan con restaurar el imperio inca pero no nos dicen cuál de todos. ¿El monárquico de Huayna Capaj que tuvo 600 herederos o el de Huáscar y Atahuallpa que estaba dividido entre Cuzco y Quito?
No nos lo dicen porque, al igual que los opositores racistas, cultivan el odio y la división, los males eternos de Bolivia.

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