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Potosí autonomista

La noticia de que las autoridades y líderes de Potosí lanzaron la campaña destinada a conseguir la cantidad necesaria de firmas que permitan convocar a un referendo autonómico fue recibida con sonrisas burlonas entre mucha gente de la todavía denominada “media luna” y no faltó un hermano cruceño que me recordara que, cuando hubo una consulta nacional al respecto, en este Departamento ganó el “no”.
“Hajta que se dieron cuenta, pariente”, me dijo el amigo y, acto seguido, pasó a ufanarse de que Santa Cruz había iniciado el movimiento autonómico que ahora se estaría extendiendo a todo el país.
El hermano cruceño se refería al movimiento que arrancó en febrero de 2003 y dio lugar a masivas concentraciones humanas al pie del Cristo Redentor, en la pujante y siempre bella Santa Cruz de la Sierra.
No obstante, la demanda de los cruceños es muy anterior, tanto que muchos de ellos confunden el anhelo de libertad, que es común en todos los seres humanos, con el de autonomía que es el “estado y condición del pueblo que goza de entera independencia política”.
Por tanto, la resistencia de los pueblos de las tierras bajas, como los chané, al avance de los inkas no son referentes de autonomismo sino que forman parte de la historia común de las naciones que vivieron en el territorio que hoy es Bolivia incluso miles de años antes de la llegada de los españoles.
El primer referente válido de autonomismo en Santa Cruz parece ser la elección de Diego de Mendoza como gobernador de Mojos, en 1568, en abierto desafío a la autoridad del Virrey del Perú.
No obstante, la historia registra un antecedente anterior a ese episodio histórico: la denominada Capitulación de Potosí que está fechada el 21 de noviembre de 1561.
La Capitulación de Potosí es un documento que existe y puede consultarse actualmente en el Archivo Histórico de la Casa Nacional de Moneda. Se trata de un acta por la que el virrey del Perú, Diego López de Zúñiga, concede al entonces asiento minero de Potosí su autonomía respecto de la ciudad de La Plata (hoy Sucre), la eleva al rango de Villa y le autoriza a tener autoridades propias, tanto administrativas (regidores) como judiciales (alcaldes con jurisdicción civil y criminal). La Capitulación fue el resultado de una larga lucha, que incluso costó vidas humanas, entre los habitantes de Potosí y La Plata y, además de haberle conferido autonomía a Potosí, le dio su nombre oficial, Villa Imperial de Potosí, así que es el equivalente de su certificado de nacimiento.
Por tanto, la demanda de autonomía no es exclusiva de Santa Cruz ni nació en esa región sino en Potosí, la ciudad que, por eso mismo, insistió en su profundización a lo largo de su historia. En 1940 propugnó incluso la federalización y la respuesta del entonces presidente Enrique Peñaranda fue enviar tanques y encarcelar al alcalde Walter Dalence. En la década del ‘70, el grito de “Potosí federal” sólo fue acallado con la construcción del complejo de Karachipampa.
Por todo lo apuntado, a nadie debería extrañarle que ahora Potosí pretenda ser autónomo.
Es cierto que el “no” a la autonomía ganó con el 73,12 por ciento en el referendo vinculante de 2006 pero eso se debió a los resultados de las provincias, merced a la consigna política instruida por el MAS. Ahora que es la Prefectura masista la que impulsa la autonomía, no sólo se destrabará el proceso sino que la votación por el “no” se volcará a favor del “sí” en un giro que confirmará el manejo político en el que ha caído esta demanda que es tan potosina como el Cerro Rico.

26-XI-2008

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