Buscar este blog

Asco


Pocas cosas son tan desagradables como el asco de la boca propia. Suele ocurrirnos cuando, por circunstancias que no vienen al caso mencionar, nos mandamos un tremenda borrachera con un trago de quinta que, de inicio, nos pulveriza más neuronas de las que debería y, después, arranca todas las pestilencias de los rincones más recónditos de nuestro organismo para concentrarlas allí, en la boca, y desparramarlas inmisericordemente en el momento en que nos despertamos.
Se llama resaca o ch’aki pero nosotros, los que nos atrevemos al trago de quinta, también le decimos “ayca” (¡ay, carajo!... ¡pa’qué chupao!).
Según el nunca bien ponderado mataburros, “asco” es “alteración del estómago causada por la repugnancia que se tiene a algo que incita a vómito” y esa es, precisamente, la sensación del “ayca”: sentimos repulsión por nuestras pestilencias y queremos vomitar (algunos hasta lo logran).
Y asco es lo que siento cuando nuestros políticos, acostumbrados como están a actuar en función a sus propios intereses, se mandan alguna maniobra de aquellas o simplemente dejan su rostro al descubierto y nos muestran desvergonzadamente su ambición.
Sucedió cuando todos los aspirantes a la Presidencia de la República hablaban de unidad y de la necesidad de conformar un frente único para enfrentar con mayores posibilidades a la candidatura oficialista que, según proclaman todas las encuestas, ganará las elecciones de diciembre de cabo a rabo.
Sus discursos eran coherentes y en ocasiones hasta enternecedores —¡cuánta gente dispuesta a sacrificarse por el país!— pero, cuando se les preguntaba si estarían dispuestos a renunciar a sus aspiraciones para ser candidatos a la Vicepresidencia y dejar el primer lugar a otro, la respuesta siempre era la misma: NO. Para colmo, nos decían que estaban convencidos de que ellos y sólo ellos representaban la solución a todos los problemas del país… ¡además de egoístas, soberbios!

No hay comentarios: