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Matones


Ingrediente 1: Peleas.- Las peleas entre simpatizantes de partidos políticos son tan antiguas como la política misma y, por ello, la historia de Bolivia está plagada de ejemplos de ese tipo.
Ingrediente 2: Excesos.- Los excesos siempre son malos no sólo porque significan rebasar los límites de lo ordinario, y en ocasiones hasta de lo ilícito, sino porque, al hacerlo, sobrepasan las normas de convivencia humana.
Una de la razones de las crisis políticas de nuestro país es la frecuente mezcla de esos dos ingredientes.
Teóricamente, los militantes de partidos políticos deberían recibir adoctrinamiento de estos, asistir a reuniones para discutir las propuestas de aquellos a la sociedad y trazar estrategias para la lucha ideológica. En medio de ello, se debería formar cuadros; es decir, aquellas personas que, por su don natural de mando, tendrían que asumir liderazgo en el futuro.
Lamentablemente, el panorama de los anteriores párrafos es simplemente teórico porque, por lo menos en Bolivia, los partidos políticos han dejado de ser los instrumentos idóneos para el ejercicio democrático y se han convertido en meras agencias de empleos o de distribución de prebendas.
Abandonados y/o utilizados por sus líderes e incapaces de mantener la lucha política en el terreno de lo ideológico, los actuales militantes y/o simpatizantes de partidos políticos se limitan a asistir a los actos de masas, mejor si es a cambio de unos pesos o algún regalito. Otros forman grupos de choque cuya función es amedrentar al enemigo y esto ya es un exceso.
En la historia reciente de Bolivia, las prebendas y los excesos de los partidos políticos fueron moneda corriente. No obstante, se creía que el odio y la intolerancia eran prácticas de agrupaciones totalitarias como las de los nazis o fascistas cuyos grupos de choque llegaron hasta el crimen.
Los tiempos de cambio que vivimos nos demuestran cuán equivocados estábamos porque el odio, la intolerancia e incluso el crimen y el racismo no habían sido exclusivos de los partidos considerados de derecha.
El Movimiento Al Socialismo que, desde su nombre, es un partido autoproclamado de izquierda, ha demostrado que puede actuar igual o peor que los que supone sus antípodas.
Lo demuestra al considerar como enemigos a quienes piensan diferente —incluida, lógicamente, la prensa— y al evitar que sus rivales electorales desarrollen sus campañas en territorios controlados por masistas.
Los excesos se convirtieron en moneda corriente y, ante el silencio cómplice de los organismos internacionales a los que se presentó la denuncia, prosiguieron inalterables.
Pero en el marco de una contienda política, hasta esos excesos pueden resultar más o menos normales siempre y cuando no rebasen los límites de lo legal.
Empero, aquella agresión a opositores en la que un niño resultó herido pasa no sólo los límites de lo legal sino de lo racional.
La provocación de una fractura de pierna se tipifica como “lesiones”, delito sancionado por los artículos 270 y 271 del Código Penal, y su gravedad depende de los días de impedimento. Que se haya cometido contra un menor de edad constituye, además, una agravante.
Y es que lo peor de los excesos en aquella pelea es que se atentó contra la integridad de un niño cuyo desarrollo físico, mental, moral, espiritual, emocional y social en condiciones de libertad, respeto, dignidad, equidad y justicia está teóricamente garantizado por el código de la materia y la nueva Constitución.
No puedo ni imaginarme a aquel pobre niño gritando “papi… por favor que no me maten” en medio de aquella sórdida pelea de seudopolíticos pero estoy seguro que, al herirlo, esos politiqueros mataron el último resquicio de respeto por la sociedad que quedaba en sus conciencias.

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