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¿Autonomía?... ¡carajo!

Hay gente tan estúpida que cree que si una persona se proclama a favor de la autonomía se convierte automáticamente en derechista, reaccionaria y oligarca.
Para esa gente, la autonomía es una iniciativa que nació en Santa Cruz, específicamente en alguna de las haciendas de los terratenientes que actualmente mueven cielo y tierra para no perder sus enormes extensiones de tierra.
Pues bien… como la intención de este artículo es echar por tierra ciertos mitos, comencemos admitiendo que, efectivamente, los terratenientes de Santa Cruz, Beni y Pando metieron la cola en el movimiento autonómico y, efectivamente, promueven una autonomía con tintes separatistas con el propósito de no perder sus privilegios. Un Estado centralista presidido por un indio, como es actualmente el nuestro, puede quitarles sus tierras pero no pasaría lo mismo con prefecturas proclives a sus intereses.
Admitida como fue esa verdad de Perogrullo, ocupémonos de las estupideces:
Es de estúpidos creer que la autonomía es derechista, reaccionaria y oligarca porque, según la enciclopedia Wikipedia, el autonomismo “es una corriente política dentro del anticapitalismo surgida desde la izquierda política y es en algunos casos parte de las interpretaciones de un marxismo libertario, que promueve un desenvolvimiento democrático y socializante del poder político, la democracia participativa, y una constante adecuación de las estrategias y tácticas a las realidades concretas de cada espacio”.
Por tanto, la autonomía es tan anticapitalista, marxista e izquierdista como dice ser el actual gobierno.
Ahora que tenemos ideológicamente identificada a la autonomía, y antes de caer nosotros en estupideces, encontremos el significado de esa palabra. Según el Diccionario de la Real Academia Española, autonomía es la “potestad que dentro de un Estado tienen municipios, provincias, regiones u otras entidades, para regirse mediante normas y órganos de gobierno propios”. Si dejamos las cosas así, habría que admitir que los bolivianos no tenemos por qué reclamar más autonomías ya que la municipal resultaría suficiente. Los más de 310 municipios de Bolivia copan todo el territorio nacional y pueden regirse mediante normas y órganos de gobierno propios.
Sin embargo, la autonomía no puede limitarse a su simple sentido gramatical ya que no sólo es una potestad o una doctrina sino todo un concepto filosófico.
Desde el punto de vista de la organización de la sociedad, la autonomía plantea varios problemas. Según Simón Tobalina, “la autonomía implica un cierto poder de autodeterminación que, aún sin olvidar la superior autoridad del Estado, se extiende hasta asumir facultades legislativas, se aproxima al federalismo” pero uno de los juristas más respetados a nivel mundial, Manuel Osorio, advierte que “la autonomía supone la unidad de los entes autónomos dentro del Estado” aunque, desde esa perspectiva, se trate simplemente de “una descentralización administrativa y política”.
Por tanto, es de estúpidos satanizar la autonomía o atribuirla única y exclusivamente a los grupos de poder de la “media luna”.
Pero, al mismo tiempo, es de estúpidos creer que la demanda de autonomía nació en Santa Cruz. Los que saben poco del tema dicen que la primera región en plantearla fue Potosí cuando, a fines de la década del ‘30, enarboló las banderas del federalismo y eso tampoco es cierto.
Los cruceños ubican el origen de su demanda incluso en tiempos de Ñuflo de Chávez pero la verdad es que la autonomía fue planteada antes de 1561 por los vecinos de Potosí, que ya no querían depender administrativamente de La Plata.
Así que dejémonos de estupideces pues la autonomía no es derechista, reaccionaria, oligarca ni es atributo de ninguna región sino un objetivo al que todos tienen derecho.

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