“La verdad es que la autonomía fue planteada antes de 1561 por los vecinos de Potosí, que ya no querían depender administrativamente de La Plata”.
Esa afirmación, incluida en mi último artículo, dio lugar a un aluvión de correos electrónicos de gente que protestaba y preguntaba al respecto.
Protestaba porque, según dicen, ya están cansados de que todo lo relacione con Potosí: “A este paso, el Papa terminará siendo potosino”, me dijo un amigo para ilustrar esa percepción.
Preguntaba porque, según dicen, la sola referencia dejó muchas interrogantes flotando en el aire: ¿Cómo es eso de que la autonomía nació en Potosí?”.
La verdad es que muchos de los elementos que forman parte de la cultura boliviana tienen origen potosino o están relacionados con esta ciudad que en parte del siglo XVI era uno de los núcleos de la actividad económica mundial.
El detalle es que, hasta antes de 1561, Potosí no era una ciudad porque aún no había recibido ese rango. Para todos los efectos, la urbe que creció a los pies del Cerro Rico era un asiento minero que dependía administrativamente de Chuquisaca o La Plata, la actual Sucre. Cualquier trámite tenía que realizarse allá, incluso las peticiones mineras, así que los habitantes de Potosí empezaron a pedir autonomía.
En el año 1553 hubo una revuelta motivada por demandas autonomistas. Los historiadores contemporáneos admiten que la revuelta estuvo encabezada por Sebastián de Castilla quien incluso llegó a nombrar autoridades para Potosí. Bartolomé Arsanz de Orsúa y Vela dice que un tal Egas de Guzmán fue nombrado primer gobernador de Potosí ya que antes de este suceso existía sólo un justicia y alcalde mayor, cargo que era desempeñado por Francisco de Esquivel.
El actual presidente de la Sociedad Geográfica y de Historia “Potosí”, José Antonio Fuertes López, admite esa versión pero añade que, como resultado de la “rebelión de Sebastián de Castilla”, se nombró alcaldes mayores a Egas de Guzmán, Antonio Luján y Antonio de Hoznayo.
Por tanto, la primera demanda de autonomía de la que se tiene referencia concreta fue esa, la de 1553, y surgió en Potosí. Pocos años después, en 1561, el virrey Diego López de Zúñiga emitía una capitulación por encargo del rey Felipe II exentando al asiento minero de Potosí de la jurisdicción de La Plata que pasó a llamarse oficialmente Villa Imperial de Potosí, tuvo autoridades propias —dos alcaldes ordinarios y seis regidores— y se le permitió manejar ciertos recursos propios (los fondos obtenidos de la venta de la pregonería, la fiel ejecutoria y la mitad de la correduría de lonja); en otras palabras, consiguió su autonomía.
Así que, salvo prueba en contrario, la demanda de autonomía nació en Potosí y esta ciudad tiene el legítimo derecho a exigirla una vez más, igual que en 1553, cuando sus habitantes se rebelaron contra una administración centralista, la que era ejercida por Chuquisaca.
La autonomía no es camba, oligárquica ni derechista. Tal como reproduje en el artículo anterior, el autonomismo es tan anticapitalista, marxista e izquierdista como dice ser el actual gobierno.
Si los cívicos de Potosí aceptan estas verdades y las asumen como tales, quizás los potosinos podríamos pensar en aplicar un proceso autonómico que, lejos del federalismo propugnado en las décadas del ‘40 y ‘50, permitiría que, por fin, nuestra ciudad desarrolle todos sus potenciales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario