Buscar este blog

Traición

En una reunión de intelectuales realizada hace poco —y a la que, al parecer, fui invitado “por rebote”—, alguien dijo que la prensa tuvo mucho de culpa en el deterioro institucional de Bolivia debido a que desprestigió a la clase política que, por esencia, es la que debe gobernar un país.
Como la opinión fue emitida por un intelectual, consideré la posibilidad de que esté en lo cierto y, en un ejercicio de autocrítica, descubrí que esta columna tenía un alto porcentaje de ataques a los políticos.
Para rematar las cosas, el año comenzó con la esperanza de una solución a la crisis política debido al acercamiento entre el gobierno central y los prefectos en un diálogo que parecía auspicioso. En ese momento, un arreglo parecía posible porque las partes en conflicto demostraron que podían ceder en sus posiciones.
Por tanto, la opinión a aquel intelectual pesó más todavía que cuando fue emitida. ¿Qué si, efectivamente, la prensa había sido excesivamente dura con los políticos?, ¿qué si, en lugar de aportar a la sociedad, nosotros, los opinadores, habríamos contribuido a su deterioro? Y ahí, en medio de esos opinadores estaba yo, con la posecita del que mira las cosas desde el balcón y juzga desde arriba, con un cigarrillo entre los dedos y una mano en el bolsillo.
Por ello, decidí darles un voto de confianza a los políticos. Después de todo, habían demostrado que tenían voluntad para arreglar las cosas y lograron que se encendiera la luz al final del túnel.
Curiosamente, el Carnaval se encargó de sacarnos a todos de nuestro error, incluido este opinadorcito balconero.
Sí. Mientras los disfraces invadían las ciudades, las lluvias inundaban gran parte del país y los sacerdotes intentaban que los festejadores renunciáramos al jolgorio, por lo menos por un año, los políticos seguían en su propio carnaval, aquel que ya no lleva la “C” mayúscula del nombre propio de la fiesta, y se quitaban sus máscaras. Ya sin sus disfraces, los políticos aparecieron tal como son: fieles a las consignas partidarias y ajenas al interés nacional.
Así, confirmamos por enésima vez que a esos señores no les interesa ni siquiera la vida humana porque, mientras la gente moría por las lluvias y el agua comenzaba a rodear Trinidad, ellos se peleaban por mostrarse llevando ayuda y trasladaban su pulseta incluso a la necesidad de la declaratoria de desastre.
¿Y el diálogo?... mal, gracias. Los unos decían que no recortarían los recursos del IDH pero ordenaban el inicio del pago de la Renta Dignidad haciendo uso de ese dinero y los otros apretaban el acelerador para el referéndum autonómico. Por si eso fuera poco, incluso se sacó de la galera el ahora desgastado recurso de la capitalidad.
Entonces, el diálogo comenzó a ahogarse con el mismo dramatismo que las reses en el oriente. Llegó la declaratoria de desastre pero tarde, también como resultado de una pulseta entre el gobierno central y las autoridades regionales del Beni. Y por ahí todavía surgió la vergonzante versión de que la declaratoria era oportuna. ¡Por Dios!... ¿oportuna cuando ya se había perdido medio centenar de vidas?... ¿oportuna cuando lo que debió hacerse era prever las inundaciones, antes de que “la Niña” se venga con todo, y no pelearse por razones políticas?
Ahora el agua le llega al cuello no sólo a Trinidad sino a toda la población boliviana. La diferencia es que los trinitarios soportan la tragedia literalmente mientras que la nuestra todavía es metafórica: estamos con la crisis hasta el cogote.
Entonces, que no venga ningún ministro a decir que se obró oportunamente. Los políticos recibieron un voto de confianza a principios de año y volvieron a traicionarnos. Bolivia se hunde y ellos son los responsables. La prensa es inocente.

No hay comentarios: