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El cristal

“Nada es verdad ni es mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”.
Aunque parezca difícil de creer, la primera vez que escuché esa frase fue en un dibujo animado, en una de esas caricaturas que antes formaban parte de una programación televisiva que empezaba a media tarde y terminaba a la medianoche.
Aún hoy en día, la mayoría de la gente cree que los dibujos animados son cosas frívolas e infantiles a las que no hay que darle mucha importancia. ¡No tienen idea de cuán equivocados están! Ya en 1972, Ariel Dorfman y Armand Mattelart demostraron que hasta el supuesto infantilismo de Walt Disney podía ser utilizado en la colonización mental.
Y si uno deja la risa a un lado, encontrará que cada caricatura, cada uno de los programas de dibujos animados, que hoy se emiten en canales de 24 horas, contiene mensajes ideológicos, reflejos del pensamiento de sus autores sobre determinados temas, que son asimilados inconscientemente por los televidentes.
¿Cuánto influyen esos programas sobre su audiencia?... es difícil saberlo. En lo que existe acuerdo es en el hecho de que la televisión influye notoriamente en el comportamiento de las personas y es por ello que ese medio es el más utilizado para la manipulación, particularmente política.
La televisión puede tomar una imagen y mezclarla con otras, escoger sólo ciertas frases de una persona para darles una connotación diferente a la del contexto en el que fueron pronunciadas, puede agregarle música y hasta efectos especiales para presentar un producto final más acorde con lo que quiere reflejar el productor que lo que ocurrió en realidad. Así es como pasó, señores… ¡tenemos las imágenes!
Pero —¡oh, paradoja que surges parajoda!— fue la televisión la que me enseñó que en este mundo cruel “nada es verdad ni es mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”.
Y es cierto.
Cuando uno está de un lado del cristal, las cosas son diferentes de cuando está del otro lado. Más aún, existen diferencias no sólo por la posición sino por la altura, la temperatura, la edad… en fin… todas esas cosas que forman parte de una determinada situación.
Me impresionó tanto la sabiduría de esa frase que intenté averiguar quién era su autor. Unos la atribuían a William Shakespeare y otros a Ramón de Campoamor. Como no encontré la verdad absoluta sobre su autoría y “todo es según el color del cristal con que se mira”, dejé mis averiguaciones hasta hoy, cuando la frasecita cobró más sentido que nunca.
“Nada es verdad ni es mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”.
Es cierto.
Y, si tiene alguna duda, vea usted al Gobierno y la “media luna”, encerrados cada uno en sus respectivas posiciones y sin el más leve asomo de coincidencia. Aquel cree que los dioses andinos le dieron la tarea de ejecutar el Pachakuti, de ser los autores del cambio mediante una Constitución Política del Estado dizque revolucionaria y estos otros se consideran demócratas, permiten que grupos fascistoides golpeen a los que no son altos, rubios ni saben hablar inglés y defienden una autonomía cuyo fin supremo es proteger sus grandes extensiones de tierra.
El Gobierno está en un lado del cristal y ve las cosas de una forma. La “media luna” está en el otro y su percepción es totalmente diferente. La tragedia es que, como ven las cosas de ese modo, ambos creen que esa es la verdad, que tienen la razón, que están en lo cierto y, al defender cada cual su verdad, se llevan el país por delante y lo siguen jodiendo.


11/VI/2008

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