Cuando supe que los prefectos de la “media luna” y el de Cochabamba resolvieron no someterse al referendo revocatorio, una sola palabra vino a mi mente: “maricones”.
Sí. Maricones pero no en el sentido sexual —que tiene que ver con la sodomía— ni en la forzada sinonimia de “cobarde” que los bolivianos le damos a esa palabra.
No. Esos cinco prefectos no son cobardes al negarse a participar en el referendo revocatorio sino astutos, arteros y viles. ¿Y por qué tantos adjetivos que, forzando la sinonimia, podrían significar lo mismo? Porque la actitud de esos cinco individuos es una clara muestra de cómo los políticos pueden sacrificar hasta la realidad en aras de sus intereses.
¿Y por qué saco otra vez la política? Pues porque la pulseta que ha dividido a Bolivia tiene razones eminentemente políticas.
Según el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), la política es, o debía ser, el “arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados” pero, como nos consta sobradamente, hace mucho que se ha degenerado hasta convertirse en una actividad vil en la que sólo cuenta el poder.
Manuel García Pelayo, que es considerado un jurista político, describe la política como “realidad social específica caracterizada por la conversión, mediante un proceso integrador, de una pluralidad de hombres y de esfuerzos en una unidad de poder y de resultados” mientras que Carlos Ollero dice que “la actividad humana que tiende de alguna forma a asegurar mediante la existencia del Poder un orden de convivencia libre y voluntariamente aceptado —considerado legítimo— es la política”.
Como se puede ver en esas dos definiciones, el denominador común es el poder, aquel que Manuel Ossorio define como “dominio, imperio, facultad y jurisdicción que uno tiene para mandar o ejecutar una cosa”.
Ya que nombramos a Ossorio, veamos la definición que este hace de la política: “Actividad de los que rigen o aspiran a regir los asuntos públicos”.
Por tanto, la política no es sino la búsqueda del poder. Los políticos buscan el poder y, una vez que lo consiguen, pretenden ejercerlo el mayor tiempo posible.
Mientras era oposición, el objetivo político del MAS era tomar el poder y, ahora que lo tiene, pretende detentarlo más tiempo del que la actual legislación permite. Por eso promueve una Constitución Política del Estado que introduce la reelección presidencial indefinida.
Ahora que son oposición, los prefectos de la “media luna ampliada” quieren llegar al poder (Ejecutivo) pero para eso deben tumbar a Evo Morales. El revocatorio no les garantiza ese objetivo así que se corren y proponen elecciones generales.
Maricones. Son unos maricones pero en el sentido de “mariconada”, aquella que el DRAE define como “mala pasada, acción malintencionada o indigna contra alguien”.
En este caso, los prefectos están haciéndoles una mariconada a aquellos miles de cruceños, benianos, pandinos y tarijeños que votaron por la autonomía creyendo que así tendrían una vida mejor.
Ahora, estos cinco políticos, estos cinco maricones, están usando los resultados de los referendos autonomistas como un aura de legitimidad en su afán de permanecer en el poder prefectural o llegar al presidencial.
Han transformado la realidad —el deseo de una vida mejor de aquellos que votaron por la autonomía— en un instrumento más para su razón de ser: la lucha por el poder.
¡Pobres de los que acudieron a las urnas para participar en un plebiscito que, para colmo, era ilegal!
25!VI!2008
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