Tenía el artículo de esta semana avanzado hasta la mitad cuando escuché un juego de palabras que se escapó del televisor: “referendo revolcatorio”.
El jueguito era, desde luego, parte de las declaraciones de un político oficialista y hacía referencia al referendo revocatorio previsto para agosto.
A decir del oficialista, el Movimiento Al Socialismo ganará de lejos en el revocatorio, revolcando a la oposición, así que la consulta popular se convertirá en un “referendo revolcatorio”.
Lindo.
Según la Biblia de nuestro idioma, el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), “revolcar” es “derribar a alguien y maltratarlo, pisotearlo, revolverlo” y utilizándolo en el lenguaje coloquial equivale a “vencer contundentemente a un adversario en una disputa o discusión”.
Por tanto, el jueguito de palabras era parte de una declaración inteligente y cargada de ironía que, no obstante, tenía un efecto contundente en el receptor que, este caso, era yo.
Y jurando solemnemente que no estoy utilizando la ironía, confieso que las declaraciones del oficialista me impactaron. “Así deberían ser todos los oficialistas —pensé—: recurrir al debate de ideas que permite, de vez en cuando, lanzar un golpe verbal como ese ‘referendo revolcatorio’ que, más que irónico, es ingenioso”.
“¿Cómo es posible que se utilice la fuerza para imponer una idea? —proseguí—. Si alguien quiere imponer sus ideas a alguien, que debata, que emplee el razonamiento, exponga sus ideas y, si es lo suficientemente hábil, convenza a los demás para que estos las acepten pero no manden a los ‘S.S’ (sectores sociales) a encajar su visión mediante golpes e intimidaciones”.
Convencido de que ya tenía un buen tema para mi artículo, volví a sentarme frente a la computadora pero al buscar la palabra “revolcatorio” (que no existe en el DRAE) en la internet descubrí que el ingenioso juego de palabras no es nada nuevo.
El “referendo revolcatorio” ya se utilizó en 2004 en Venezuela en los días previos y posteriores al referendo revocatorio que consultó a la ciudadanía de ese país sobre la continuidad o no del gobierno del presidente Hugo Rafael Chávez Frías.
Entonces, el entusiasmo que había desatado en mí el supuesto derroche de ingenio oficialista que había forjado el “referendo revocatorio” se desinfló como globo ch’usu, como esos marca “Payaso” que suelen venderse en cantidades industriales en nuestros carnavales.
Tan lindo juego de palabras, tan significativo, tan irónico y certero… ¿por qué teníamos que haberlo copiado? Por la sencilla razón de que, en el planeta Tierra de nuestros días ya nadie inventa nada porque, al parecer, ya todo está inventado.
El “marxismonacionalistaproindigenistafascistoide” del Gobierno, por ejemplo, no es precisamente la expresión del plan político de un partido que, tras haber estudiado a profundidad la realidad nacional, formuló una propuesta para desarrollarla el tiempo que dure su gestión sino simplemente la copia de un modelo cubano/venezolano que, a su vez, se basa en otros modelos. ¿Dónde nació la primera idea que dio origen a los demás?... es difícil saberlo pero, eso sí, sus orígenes son obviamente marxistas lo cual no quiere decir que sea malo (aclaro esa verdad de Perogrullo para evitar que los defensores del Gobierno vuelvan a intentar descalificarme con el adjetivo/insulto de “derechista”).
No obstante, tal vez nos sirva de consuelo saber que, así como nosotros copiamos a Venezuela (hasta en el mes del referendo, agosto), la Asamblea Constituyente de Ecuador también nos copia a nosotros, especialmente en retrogradaciones como cambiar su escudo, reemplazar su bandera por la wiphala u otros cretinismos que, en su momento, hicieron que nos revolcáramos de rabia.
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