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Cristianos


La reunión que más recuerdo del Movimiento Familiar Cristiano (MFC) fue aquella en la que nos presentaron a Jesús y Sonia, un matrimonio que había atendido una invitación para unirse a aquel grupo de laicos que depende voluntariamente de la Iglesia Católica.
No me impresionó tanto la calidad humana de la pareja como el conocer su religión. De entrada, Jesús —vaya coincidencia— nos advirtió a todos que tanto él como su esposa eran miembros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días así que pidió que no nos extrañen ciertas actitudes suyas en el trato cotidiano. Nuestro presidente, Héctor, les aclaró que, si bien el MFC depende de la Iglesia Católica, no hace ninguna diferencia de credos porque sus integrantes creemos en Dios y todo aquel que crea en él es nuestro hermano.
Aquella aclaración me llenó de orgullo y ratificó —por enésima vez— mi militancia en la Iglesia Católica.
Desde el pontificado de Benedicto XV, entre 1914 y 1922, la Iglesia Católica se adscribió al ecumenismo; es decir, a aquella tendencia o movimiento que, según el Diccionario de la Real Academia Española (RAE), “intenta la restauración de la unidad entre todas las iglesias cristianas”. En un sentido más amplio, el ecumenismo es “toda iniciativa que apunte a una mayor unidad o cooperación religiosa” y no se limita a las iglesias cristianas sino que se extiende a las tres confesiones abrahámicas: Judaísmo, Cristianismo e Islam.
Hoy en día, la Iglesia Católica ya no hace discriminaciones de ningún tipo y acepta en su seno tanto a los católicos como a los que no lo son. El único requisito es creer en Cristo e incluso una de las canciones de la misa dominical lo expresa así: “De la misma Iglesia tú eres si detrás del Calvario tú estás / si tu corazón es como el mío, dame la mano y mi hermano eres ya”.
Hablo de estos temas luego de haber escuchado una infantil justificación del comandante de la Policía para que esa institución no participe en la procesión de Semana Santa. El jerarca policial dijo que él no asistirá porque es cristiano; es decir, pertenece a una Iglesia que no es la Católica.
Por lo visto, el comandante no se tomó la molestia de averiguar el sentido exacto del adjetivo “cristiano”. El DRAE señala que “cristiano” es “perteneciente o relativo a la religión de Cristo”, persona “que profesa la fe de Cristo”, “hermano o prójimo” y, en sentido coloquial, “persona o alma viviente”. La única variante es “cristiano nuevo” que es el nombre que se le da a la persona que se convierte a la religión cristiana y se bautiza siendo adulto.
Ahora bien, ¿cuál es la religión cristiana?... pues cualquiera que tenga como figura central a Cristo, sea esta católica, mormona, adventista, luterana, evangélica o cualquier otra que lo reconoce como su Dios y Salvador.
Por razones que no puedo comprender, el adjetivo “cristiano” se utiliza para designar a los no católicos cuando estos son tan cristianos como ellos. Lo mismo ocurre con la palabra “hermano” que en sentido estricto significa “persona que con respecto a otra tiene el mismo padre y la misma madre, o solamente el mismo padre o la misma madre” pero en el sentido religioso se aplica para toda aquella “persona que con respecto a otra tiene el mismo padre que ella en sentido moral; por ejemplo, un religioso respecto de otros de su misma orden, o un cristiano respecto de los demás fieles de Jesucristo”.
Para resumir, los católicos también somos cristianos y somos hermanos de los no católicos porque todos tenemos un solo padre: Dios, el creador del universo.
Los que, como el comandante, utilizan “cristiano” y “hermano” en sentido excluyente no están siguiendo las enseñanzas de Cristo quien predicó el amor porque es un Dios incluyente.


9-IV-2009

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