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Dilema

Mayor de edad. Cuando eres adolescente y las hormonas te juegan malas pasadas, nada te interesa más que llegar a esa condición.
Te molesta el control de los padres y piensas que al llegar a la mayoría de edad podrás hacer lo que te da la gana pero después descubres que tu libertad se transforma en responsabilidad y eres tú mismo quien pone los límites.
En mi caso y en el de los de mi generación —los orgullosos “ochenteros”—, ansiábamos llegar la mayoría de edad para poder ejercitar nuestro derecho al voto.
Nos daba envidia ver las filas que se formaban en las notarías electorales y, cuando llegamos a los 21 años —que era la edad fijada para comenzar a ejercer la ciudadanía plena—, no reprimimos la emoción al inscribirnos y menos aún aquella primera vez que ingresamos al aula de un colegio y, con la cabeza metida entre cartones, votamos por primera vez.
Los resultados de mis primeras elecciones fueron frustrantes porque quien asumió la Presidencia de la República no fue el ganador sino el tercero. Además, se inauguró la época de los tristemente célebres cardenales miristas cuya influencia se extendió a lo largo de las siguientes votaciones, con fraude electoral de Maragua incluido.
No obstante, nunca le perdí el gusto a votar. Desde aquel ya lejano 1989 a la fecha, no falté a ningún proceso electoral y me acostumbré a llevar mi certificado de sufragio en la billetera durante varios meses.
Hoy, sin embargo, y por primera vez en mi vida, estoy ante el dilema de votar o no votar.
Faltan escasas horas para el referéndum revocatorio de mandato popular y, como la mayoría de los bolivianos, estoy lleno de dudas al respecto.
Mi confusión me llevó a llamar a algunos de los abogados que fueron mis profesores en la Facultad de Derecho. Uno me atendió en La Paz y otros en Sucre y ambos coincidieron en el que referendo del próximo domingo es ilegal.
A sus observaciones, todas ella con sustento jurídico, yo le sumé la inconstitucionalidad de este proceso electoral debido a que no fue sometido al necesario control constitucional. Me explico: el artículo 9 de la Ley del Referéndum, promulgada en el gobierno de Carlos Mesa, señala que las preguntas deben ser elevadas a consulta del Tribunal Constitucional y, como el Gobierno no lo hizo, entonces el proceso está viciado de nulidad.
Pues bien… ya que el referendo del domingo es ilegal… ¿no nos convertiremos en cómplices de dicha ilegalidad al ir a votar?... Esa es la pregunta que no me deja dormir en estas noches agostinas.
Por una parte, el sentido común me dice que no vaya a votar ya que yo mismo publiqué la ilegalidad del referéndum en la primera página de “El Potosí” del lunes 4 de agosto pero, por otra, me asaltan las dudas de lo que podría pasar si decido no ir a votar por primera vez en mi vida.
Mi preocupación no radica precisamente en que me depuren del padrón electoral (total… siempre se puede volver a inscribirse) sino a que mi voto aparezca en algún lado aunque yo no vaya a votar. Me explico una vez más: un compañero de la Facultad de Derecho que hoy es juez en Chuquisaca me contó que fue jurado electoral en las elecciones prefecturales de ese Departamento y descubrió que no sólo votó en Sucre sino también en Zudáñez… ¿qué tal?
Por tanto, la abstención no parece ser una alternativa válida porque, además, una golondrina no hace verano y un toro no hace una manada.
Entonces, lo más probable es que sí vaya a votar para expresarme a través de la papeleta. Puede que mi votito no cuente mucho a la hora del recuento (un Toro no hace manada) pero por lo menos habré cumplido con mi conciencia y eso me hará diferente a los asquerosos políticos que me llevaron a esta situación de incertidumbre.


6-VIII-2008

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