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Extremistas

Extremista viene de extremo y el extremismo es la “tendencia a adoptar ideas extremas o exageradas, especialmente en política”.
El extremista se ubica en un extremo y allí se queda. Para él existen solo el sí y el no, el blanco y el negro, lo bueno y lo malo.
Para el extremista no hay términos medios porque, si se movería un poco de su posición, dejaría el extremo y dejaría de ser extremista. Por tanto, las cosas tienen que ser de un modo u otro pero sin ubicaciones intermedias, tonos grises o combinaciones.
En la guerra, el extremista sólo considera las opciones de ganar o perder. Desecha la negociación o el armisticio porque estas dan lugar a posiciones intermedias o admiten combinaciones. Por ello es que un extremista es un asesino en potencia: porque, a la hora de decidir, puede optar por la muerte.
En el amor, el extremista sólo acepta un sí o un no pero se olvida que, si se trata de conquistar a una mujer, el camino más seguro es la seducción. Como la seducción es el equivalente romántico a la negociación, entonces la desecha y opta por extremismos: si una mujer no lo acepta por las buenas, tendrá que hacerlo por las malas así que el extremista es un violador en potencia.
Por tanto, aquello de “por las buenas o por las malas” es una característica propia del extremista que, por ser tal, no admitirá la negociación. Si se acepta su propuesta, las cosas quedarán ahí pero, si le rechazan, la aplicará de todas maneras pero lo hará por las malas… empleará la violencia.
En muchas ocasiones —quizás demasiadas—, el MAS optó por el extremismo porque hizo cosas a las malas luego de haber fracasado por las buenas. Consiguió la aprobación de algunas leyes con presión callejera y aprobó su proyecto de Constitución Política del Estado (CPE) violentando las normas que se habían emitido para el efecto.
Cuando el propio presidente dijo que la ley de convocatoria al referendo constitucional se aprobaría por las buenas o por las malas, muchos bolivianos creímos inminente una guerra civil porque aquello era extremismo. Afortunadamente, tanto el presidente como la gente del MAS nos demostraron que nosotros también podemos equivocarnos —y muchas veces— porque no optaron por el extremismo sino por la negociación.
No existe negociación sin concesiones. Para obtener algo, es preciso ceder otro tanto. Bajo esas normas básicas, el MAS y la oposición negociaron al interior de una comisión multipartidaria y el resultado fue la modificación de un centenar de artículos del proyecto de CPE y la consecuente viabilización del referendo constitucional. Hubo avances porque todos cedieron. El fantasma de la guerra civil se alejó y ahora todos respiramos tranquilos. No. Todos no. Los extremistas, aquellos que esperaban una solución violenta al conflicto, están chillando de rabia.
En su ira, los extremistas acusan de traidor al presidente porque creen que “Evo Morales y el MAS acaban de arrodillarse nuevamente ante la derecha, los racistas y la reacción” o “el gobierno cedió a los caprichos de la oligarquía”.
En contrapartida, los cívicos y empresarios de Santa Cruz también se siente traicionados porque creen su bando cedió demasiado. Son los otros extremistas, los que están en el extremo de aquellos que acusan de traición al gobierno.
Lo que en verdad ocurrió es que el gobierno hizo una adecuada lectura del conflicto. Desechó la violencia y optó por la negociación. Incluso cuando los miles y miles de marchistas perdieron la paciencia en la Plaza Murillo, el canciller y hasta el propio presidente pidieron calma y paciencia.
El MAS optó por la negociación, por la paz y, si repite esta experiencia en el futuro, los bolivianos no tendremos que volver a temer una guerra.


22-X-2008

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