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Extremos

¿Qué tienen en común Estados Unidos, Cuba y Venezuela?... pues un deporte casi desconocido en Bolivia: el béisbol.
Cada vez que el deporte de los bates los enfrenta, Estados Unidos y Cuba viven un verdadero clásico mundial. Sus jugadores dicen que sólo se trata de un deporte, una competición más, pero los hechos les desmienten. Y, si no, ¿por qué ofrecieron los beisbolistas cubanos su victoria sobre Estados Unidos —el 14 de agosto, en las olimpiadas— como regalo de cumpleaños a Fidel Castro?
El hecho es que las diferencias políticas se plasman en el campo en forma de diamante y los resultados generalmente trascienden lo deportivo. Y así como Estados Unidos y Cuba llevan sus diferencias al bateo, lo propio pasa con otras potencias de ese deporte como Japón y Corea del Sur.
De vez en cuando, Venezuela dice “este bate es mío” pero su nivel todavía está lejos de su enemigo más notorio, Estados Unidos, e incluso de Cuba que es el único país latinoamericano que se acomodó entre los primeros ocho de la competencia olímpica de béisbol.
¿Y por qué diablos estamos hablando de un deporte que es prácticamente un desconocido en Bolivia?... pues porque los integrantes de la Unión Juvenil Cruceñista (UJC) utilizan bates de béisbol en su patriótica labor de resguardar el orden en este pobre país gobernado por indios de mierda que no entienden que queremos autonomía carajo.
El martes, cuando el heroico pueblo cruceño cumplía un paro de 24 horas, sacrificando sus ingresos del día, los unionistas recorrían las calles de la tropical ciudad para asegurarse que todos cumplían voluntariamente la medida. El que rompía la huelga era persuadido de plegarse a la medida con el bate de béisbol, ese que tan bien utilizan los New York Yankees, los Chicago White Sox o los Texas Rangers.
Desde luego, el tono de los últimos párrafos es de sarcasmo porque no encontré otra manera de expresarme, sin dar rienda suelta a mi indignación, por los atropellos protagonizados por la tristemente célebre UJC.
A estas alturas del partido —sea de béisbol o de taba—, el país entero se ha dado cuenta que la Unión Juvenil Cruceñista es el brazo armado del Comité Pro Santa Cruz y, consiguientemente, de la Prefectura de ese Departamento.
Su actuación, a tono con el discurso de Rubén Costas tras conocerse los resultados del referendo del 10 de agosto, es claramente fascista; es decir, abiertamente enfrentado a los modelos socialistas —trasnochados o no— y con evidentes muestras de autoritarismo.
Lo curioso es que las prácticas de los unionistas son las mismas que ejercitan grupos afines al gobierno como los también tristemente célebres “ponchos rojos”. La diferencia es que mientras aquellos utilizan bates de béisbol, en una clara muestra de su veneración áulica a la cultura estadounidense, estos otros emplean chicotes.
Circunstancialmente, estos grupos manejan también armas de fuego y otra de sus características comunes es su desprecio a la vida y al orden legalmente constituido. Por eso es que unos degüellan perros y otros agarran a patadas a los que no son altos, rubios ni saben hablar inglés.
Entonces, más allá de las diferencias étnicas que pregonan —unos se creen indios puros y otros se consideran descendientes de europeos—, tienen más similitudes que diferencias. ¿La razón?... pues que ambos son la misma cosa: grupos de choque de las facciones intolerantes que han dividido a este país.
Tanto se parecen estos racistas que con ellos se cumple aquello de que “los extremos se unen”. Los “ponchos rojos” son una muestra boliviana del radicalismo estalinista mientras que la UJC es una organización fascista que cada vez se acerca más al nazismo.
Lo triste es que gobierno y prefectos nos han dejado en manos de ambos.


20-VIII-2008

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