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Sucios

Cuando el presidente Evo Morales dijo que los periodistas somos sucios, corrí hasta mi baño para verificar si todavía tenía jaboncillo.
Y es que palabras como las que el mandatario soltó en Cochabamba el viernes 22 de agosto recién pasado no pueden tomarse en serio.
No es serio que un presidente, un jefe de Estado que, en el caso de Bolivia, representa a casi nueve millones de personas se dedique a atacar a la prensa siempre que puede.
La palabra de un presidente tiene peso. Cuando un gobernante hace acusaciones, estas se convierten inmediatamente en noticia internacional porque se supone que viene de alguien que recibe toda la información acopiada por los organismos de seguridad del Estado. Por eso es que cada vez que Evo Morales acusa a la prensa, sus palabras son reflejadas por la prensa internacional. Lo siguiente es probar las acusaciones pero, en el caso de nuestro presidente, jamás vimos una sola prueba y, por el contrario, se multiplicaron los ataques.
Y es que Evo Morales ataca a la prensa en ocho de cada diez intervenciones suyas. Su preocupación por este segmento de la sociedad comenzó muy temprano, el 27 de enero de 2006, cuando estaba recientemente posesionado y acudió a la entrega de los premios nacionales de periodismo 2005 que fueron conferidos por la Asociación de Periodistas de La Paz.
Ahí fue cuando dijo que “si el dirigente o el presidente se equivoca, que haya una crítica constructiva, pero en base a la verdad y no en base a la mentira, que diga la verdad, que observe públicamente”.
Poco después, el 24 de febrero, se produjo el primer roce de la prensa con el gobierno cuando cadetes de la Academia Nacional de Policías impidieron el ingreso de periodistas a un acto de esa entidad en el que participó el presidente.
De entonces a la fecha, los ataques verbales del primer mandatario se hicieron frecuentes y fueron subiendo de tono porque pasó de llamarnos “enemigos” a “sucios” y “vendidos”.
Al escucharle, los autodenominados “movimientos sociales” dejaron traslucir su bronca contra los periodistas y no sólo comenzaron a limitar su trabajo sino también a golpearles. Ya en agosto de 2006, tras una marcha de los periodistas de La Paz, el entonces vocero presidencial, Alex Contreras, se comprometió a nombre del gobierno a investigar los casos denunciados entonces. Hasta ahora no existe ningún resultado y, por el contrario, las agresiones aumentaron en proporción geométrica y se llegó al extremo del fallecimiento de un periodista, a consecuencia de una golpiza, en la localidad paceña de Pucarani.
En mi caso, me cansé de explicar, a través de esta columna, que la prensa no es como la pinta al presidente y no me sentí aludido por sus palabras en Cochabamba.
Lo que sí me molestó fue que se usara el nombre del diario que dirijo en una solicitada del gobierno titulada “La manipulación informativa en los medios de comunicación”. En esa publicación se afirma que el diario “El Potosí” publicó que “hasta el 2018 un referéndum prolongará el periodo de Evo” cuando el titular no era precisamente ese pues estaba en condicional.
Más aún, el gobierno y sus asesores no toman en cuenta que “El Potosí” es uno de los pocos periódicos que más de una vez abrió su edición con notas de la oficialista Agencia Boliviana de Información y advirtió en primera plana, luego de unas declaraciones en ese sentido de Evo Morales, que el comandante en jefe del ejército peruano admitió que se construiría una base militar de Estados Unidos en su país.
Por tanto, al intentar justificar otra metida de pata, el gobierno vuelve a meternos a todos en la misma bolsa y miente de la forma más sucia. Le hacen falta unos kilitos de jaboncillo.


27-VIII-2008

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