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Lo mismo

Que Bolivia está dividida ya no es ninguna novedad. La polarización es tan evidente que ya nadie se rasga las vestiduras cuando se hace esa afirmación.
Empero, la división no tiene raíces ideológicas y eso sí que es nuevo ya que, hasta hace poco, todos —o por lo menos la mayoría— creíamos que la confrontación era alentada por las obvias diferencias entre la izquierda y la derecha.
Pero la gran sorpresa es que no hay izquierda ni derecha.
Los acontecimientos de las últimas semanas nos han demostrado que tanto el gobierno como la oposición buscan lo mismo; es decir, están tras un solo objetivo y, para alcanzarlo, utilizan las mismas estrategias y métodos de lucha.
El objetivo es, desde luego, el poder. El MAS lo alcanzó tras un brillante plan que consiguió acortar por la fuerza el mandato del neoliberal Gonzalo Sánchez de Lozada y, ahora que lo tiene, procura quedarse en el gobierno el mayor tiempo posible. Para conseguirlo, no le importa pasar por encima de la ley y validar —referendo mediante— una Constitución Política del Estado cuyo texto fue aprobado a la mala.
La oposición, por su parte, busca también llegar al poder. Tiene el poder regional mediante las prefecturas pero necesita el nacional. Si no logra vencer al MAS en las urnas —pues ese partido ha demostrado que puede manejar eficientemente el voto, incluso el de los muertos—, entonces no tendrá empacho en tener un país aparte.
Los métodos para llegar al poder o permanecer en él son exactamente los mismos.
Antes, cuando era oposición, el MAS utilizó hábilmente el bloqueo de caminos para asfixiar al país y hace poco repitió la dosis con Sucre. Durante días, la capital de la República estuvo cercada por campesinos masistas que querían imponerle sus condiciones a la prefecta Savina Cuellar.
Ahora, la oposición representada gráficamente por la “media luna” hace exactamente lo mismo con el Chaco boliviano. Un duro bloqueo que ya lleva días y ha provocado desabastecimiento, particularmente de combustible, está asfixiando a Tarija porque los “medialunistas” quieren imponerle sus condiciones al presidente Evo Morales.
Entonces… ¿dónde están las diferencias?
Estos bandos confrontados y aparentemente disímiles son tan parecidos que tienen las mismas actitudes de intolerancia, racismo, irracionalidad, y, a nombre del segmento poblacional que dicen representar, ambos caen en el totalitarismo. ¿Es que acaso no son totalitarios los grupos de choque que quieren imponerse sobre los otros, así sea atropellando la legalidad? ¿Qué son las amenazas de la Fedjuve alteña de ejercitar medidas de presión contra la Corte Nacional Electoral? ¿Qué son las amenazas de la “media luna” de extender su bloqueo a cinco departamentos? y, finalmente, ¿qué son los “ponchos rojos” y qué es la Unión Juvenil Cruceñista?
No. En Bolivia no hay izquierda ni derecha sino grupos de poder confrontados entre sí. Eso explica la “migración” de militantes de partidos políticos que solía escandalizarnos en tiempos pretéritos y que alguna vez dimos en denominar “transfugio”. Claro… ¿cómo no van a poder pasarse de un partido a otro si es que no hay diferencias ideológicas? Por eso es que hay tantos ex emenerristas, ex miristas, ex adenistas y, en fin, tantos ex neoliberales, en las filas del MAS.
Sí. En Bolivia no hay lucha ideológica sino sectaria. Las diferencias se limitan a estupideces y anacronismos como la raza, origen o color de la piel. Por lo demás, los dizque izquierdistas y los supuestos derechistas son la misma basura, la misma porquería que está llenando de mierda al país.

3-IX-2008

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