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¡España tu padre!


Ese era el grito que solía escuchar, de niño, en algunas fiestas o conmemoraciones en la Plaza España de Potosí, ubicada en la zona de San Juan.
La verdad es que, tomando en cuenta el significado que para nosotros tuvo la conquista española, siempre me pareció patético ese “¡España, tu padre!”. La zona de San Juan forma parte de lo que en la colonia eran barrios de indios e incluso allí se asentaron los lupakas, oriundos de las márgenes del Lago Titikaka, pero los habitantes de la plazoleta me explicaron que el grito no era un homenaje al país europeo sino a esa porción de la ciudad en la que ellos vivían.
Creo que la misma desinformación de la que yo era víctima en mi niñez está afectando ahora al presidente Evo Morales. Ya el año pasado, el 19 de junio, en un acto realizado en la comunidad El Bisito, próxima a Cotoca, criticó la porción del himno cruceño que dice “La España grandiosa, con hado benigno, aquí plantó el signo de la redención”. Aquella vez justificó su encono señalando que “Si España fuera grandiosa no estaría deportando bolivianos” en referencia a una decisión que no sólo fue tomada por ese país sino por toda la Unidad Europea.
Sus críticas volvieron el 13 de junio recién pasado, en el acto de entrega de títulos ejecutoriales de 78 hectáreas de tierra a los yuracarés de Puerto Pallar, tercera sección del municipio de Yapacaní, en Santa Cruz. “Hace un momento ustedes han cantado algo que no me gustó. Han dicho España la grandiosa. Todavía cantamos ese tema”, reclamó.
Según el presidente, al estar Bolivia “en una etapa de liberación”, se debería eliminar esa referencia a España e incluso cambiar otros himnos que mencionen a países extranjeros.
Esa actitud hubiese resultado retrógrada incluso en el siglo XIX, cuando las colonias de España se declararon independientes y la comunicación entre las nuevas naciones sólo era posible a lomo de bestia. Aunque en aquel entonces no se contaba con radio, televisión ni satélite, la gente sabía —o intuía— que el progreso de un país dependía de su interrelación con los demás, por lo menos en lo que se refiere al comercio.
Aparentemente, el presidente siente un particular rechazo respecto a España porque está influenciado por la leyenda negra de la conquista, aquella que sólo habla del latrocinio español y no toma en cuenta que en muchos lugares de América no hubo sometimiento por la fuerza sino un acuerdo de coexistencia. Pasa por alto que, por ejemplo, Francisco Pizarro sólo pudo conquistar el Perú tras aliarse con los pueblos opositores a Atawallpa.
Lo curioso es que nuestro gobernante hace público alarde de su anti-hispanismo sin tomar en cuenta que Bolivia no es un país indio, como se empeña en creer, sino mestizo; es decir, la consecuencia lógica de una mezcla de sangres y culturas entre conquistadores y conquistados. Y al hablar de conquista no me refiero solamente a los españoles ya que, antes de la llegada de estos, los incas lograron ampliar su imperio sobre la base de conquistas (por ejemplo, los Charchas, Chichas y Lipez fueron sometidos por Wiracocha Inka entre 1400 y 1438).
Morales lleva un apellido español (proviene de una localidad llamada así en Soria, partido judicial de Almazán, en la comunidad autónoma de Castilla y León) pero lo más curioso es que su Constitución, al igual de las de Venezuela y Ecuador, fue proyectada por Roberto Viciano Pastor y Rubén Martínez Dalmau, catedráticos españoles de Derecho Constitucional de la Universitat de Valencia, España.
Entonces, ¿en qué quedamos? Mientras nos hacemos a los indianistas y rechazamos públicamente a España, dejamos —por debajo de la mesa— que este país siga siendo, Constitución mediante, el padre de nuestras naciones.

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