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Padrón tanatométrico


La conocí hace 24 años, cuando conocí el amor.
Era de aquellas mujeres que encajan perfectamente en la descripción idealizada de la madre boliviana: trabajadora hasta la tozudez y abnegada hasta el sacrificio.
Cuando la vi desempeñar el papel de abuela de mis hijas, entendí que los dos nos queríamos. Aunque yo le había quitado a su hija más querida, ella me aceptó como un hijo más y no se convirtió en mi suegra sino en mi segunda madre.
Se llamaba Elisa Gonzáles de Soliz y su abnegación de madre, aquella que multiplicaba sus angustias por las cuitas de sus hijos, la llevó a la muerte un 23 de octubre de 2007.
Me tocó recrear las circunstancias de su muerte en un viaje a Santa Cruz. Mi suegro necesitaba un certificado de defunción más y no había podido obtener el documento ni en La Paz ni en Potosí porque la respuesta invariable de los oficiales de Registro Civil era que la partida no estaba en el sistema.
Mi madre política murió en Santa Cruz y, ya en aquella ciudad, comprobé que todo lo referido a su fallecimiento estaba en orden. Los cruceños demostraron ser tan ordenados que hasta la funeraria conservaba la inscripción del deceso y allí me dieron la dirección de la Oficialía de Registro Civil en la que también encontré todo en regla: la partida estaba en el libro cuya copia ya había sido enviada a su dirección departamental.
Mi búsqueda me llevó hasta la oficina misma del director departamental del Registro Civil de Santa Cruz, Arcenio Romero, quien no sólo me aplicó la ley del cruceño (“la hospitalidá”) sino que pidió ahí, en mi presencia, informes sobre lo que pudo haber pasado con la partida de defunción. Encontraron el libro, encontraron la partida y verificaron que esta ya forma parte de la base de datos de la Corte Departamental Electoral de Santa Cruz. Entonces… ¿por qué no sale la partida en el sistema nacional? Fue cuando el doctor Romero me dio la clave: la Corte Nacional Electoral (CNE) no introduce los datos de la de Santa Cruz desde mayo de 2008. Eso significa que, en el sentido estrictamente jurídico, los que murieron en Santa Cruz por esas fechas, todavía son ciudadanos que figuran en el padrón electoral.
Para confirmar o desmentir mi sospecha, ingresé al directorio alfabético de la CNE y verifiqué que, en efecto, mi madre política sigue en el padrón. Pero no fue mi único hallazgo. También descubrí que apareció otra persona con el mismo número de cédula de identidad de doña Elisa Gonzáles Martínez de Soliz (1396338): se llama Mario Blaz Cano y votó en la mesa 8038 del recinto de la escuela San José de Pampa Grande.
Ahora bien… ¿por qué utilizo esta columna para una historia personal como la del certificado de defunción de mi madre política? Pasa que, al encontrar las anomalías referidas, llegué a la conclusión de que el actual padrón electoral adolece de muchas fallas y existen razones para sospechar de que haya sido utilizado para alterar los resultados de las últimas consultas populares. Quise llegar hasta el fondo del asunto pero no puede porque, a diferencia de lo que pasó en Santa Cruz, en La Paz no pude conseguir entrevista con autoridad alguna de la CNE o de la Dirección Nacional del Registro Civil.
Me parece sumamente sospechoso que, al no haberse adjudicado la elaboración del padrón biométrico, el MAS insista en utilizar el actual que, como se ha visto, tiene datos duplicados y consigna a muertos así que bien podría llamarse “padrón tanatométrico”.
Si no fuera de que por medio está el destino del país, en las futuras consultas populares, no me importaría que sigamos usando el padrón antiguo en el que mi madre política no sólo está viva sino que goza de tan buena salud que continúa votando por el gobierno del cambio.

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