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No-originario


Llamado como está a cambiar el mundo con el fin de salvar a la humanidad de esos demonios fagocitadores, retrógrados, fascistas, reaccionarios y oligarcas llamados neoliberales y neocoloniales, el gobierno del MAS decidió comenzar por Bolivia a la que, con un toque de su varita mágica, transformó de simple República a un Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario, libre, independiente, soberano, democrático, intercultural, descentralizado y con autonomías.
Y, claro, ahora está de moda lo originario, aquello que, según los Masías… perdón… Mesías del neoindigenismo, es la corriente cultural, política y antropológica que valora a lo autóctono, aquello “que ha nacido o se ha originado en el mismo lugar donde se encuentra”, resulta útil averiguar qué tan originario es uno, no tanto para encontrar un trabajo sino para evitar que una horda de esas reaccione en la calle contra tu corbata y te aplique la justicia que (vea usted qué casualidad) también es originaria.
Lo primero que uno se encuentra al indagar esas cosas es que, en sentido estricto, nadie es originario de América ya que los primeros habitantes de estas tierras llegaron de otro continente, sea cruzando el estrecho de Behring o bien el Océano Pacífico. Hasta el recientemente fallecido Ramiro Condarco, autor de “Zárate, el temible Willka”, escribió que “no existe en nuestro continente ningún biotipo humano de antigüedad prehistórica que pueda considerarse genuinamente americano”.
Pero como los mesiístas… perdón… los masistas no entienden razones, hay que seguir la búsqueda de nuestras raíces.
Lo más fácil es irse a lo obvio: Mi familia es de La Paz así que soy aymara. Como la mía es de Potosí, yo siempre me consideré quechua pero un buen día vino una antropóloga y me dijo que aymara y quechua no son nombres de etnias sino de idiomas. Así, el aymara es el idioma de la etnia kolla mientras que el quechua es el idioma de la etnia inka. “¡Soy inka!, “soy inka!”…
El problema parecía resuelto pero, de pronto, el famoso Memorial de Charcas, supuestamente redactado en 1582, me reveló que en lo que hoy son Cochabamba, Chuquisaca y Potosí vivieron cuatro grandes culturas, charkas, qaraqara, chuis y chichas, que, según el historiador decimonónico Modesto Omiste “vivieron independientes de toda dominación hasta 1373, en cuya fecha fueron subyugadas y sometidas al gran imperio de Taguantin-suyu por el inca Inca-Ripac, llamado también Viracocha…”. “¡No soy inka, no soy inka!”
Pucha… entonces… ¿qué soy?
La cultura cuya área geográfica pudo haberse extendido hasta Potosí es la qaraqara pero, según me dijo la historiadora Ximena Medinaceli, de ascendencia potosina, si bien los qaraqaras eran dueños del Cerro Rico, no vivieron en lo que hoy es la Villa Imperial. Una cultura que vivió cerca de esta ciudad, mi ciudad, es la visixsa. “¿Soy visixsa?, “¿soy visixsa?
A ver… recapitulemos: no soy quechua ni aymara porque esos son nombres de idiomas, no de etnias; no soy kolla porque el área de influencia de esa cultura está más al norte de Potosí; tampoco soy inka porque esa cultura fue la que sojuzgó a mis ancestros que podrían ser qaraqaras o visixsas.
Ante tanta confusión étnica, plurinacional comunitaria, libre, independiente, soberana, democrática, intercultural, descentralizada y con autonomías, decidí que esto de “originario” no es más que una paja mental, tanto como aquella barrabasada de Adolf Hitler de haber proclamado la pureza de la raza alemana cuando él mismo era austriaco.
Yo no soy quechua, aymara, kolla, inka, qaraqara ni visixsa. Soy boliviano y, en este 6 de Agosto, festejo a lo boliviano: ¡¡¡VIVA BOLIVIA, CARAJO!!!

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