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Verdades


¿Qué es la verdad?
La pregunta fue lanzada hace aproximadamente 2.000 años por Poncio Pilatos cuanto tuvo enfrente a Jesús (Juan 18:38) y, como el hijo de Dios no respondió entonces, la duda se mantiene hasta nuestros días.
El Diccionario de la Real Academia Española tiene hasta seis acepciones para verdad: conformidad de las cosas con el concepto que de ellas forma la mente; conformidad de lo que se dice con lo que se siente o se piensa; propiedad que tiene una cosa de mantenerse siempre la misma sin mutación alguna; juicio o proposición que no se puede negar racionalmente; cualidad de veraz y expresión clara, sin rebozo ni lisonja, con que a alguien se le corrige o reprende.
La primera y segunda acepciones, las que hablan de conformidad, son herencia del pasado por cuanto antiguamente se creía que la verdad era una correspondencia entre lo que se sabe, se cree o se piensa y lo que se dice.
Hoy en día, hay tantos significados para la verdad como ciencias que se ocupan de estudiar al ser humano.
Un Diccionario Filosófico (como el de Iudin y Rosental), por ejemplo, dice que la verdad es “reflejo fiel, acertado, de la realidad en el pensamiento, reflejo comprobado, en última instancia, mediante el criterio de la práctica” y más adelante señala que el marxismo “ha sido el primero en proporcionar una fundamentación consecuentemente materialista del concepto de verdad, (y) ha señalado nuevos aspectos dialécticos de su estudio (verdad objetiva, verdad absoluta y verdad relativa. Verdad concreta, criterio de la verdad)”.
Este libro, que es muy consultado por los autodenominados “revolucionarios”, señala que verdad absoluta y verdad relativa son “categorías del materialismo dialéctico que caracterizan el desarrollo del conocimiento…” e incluye otra acepción, el de verdad eterna: “término con el que se designa el carácter irrefutable de las verdades en el proceso que sigue el conocimiento al desarrollarse”.
Eso significa que para los marxistas existen verdades que pueden llegar a ser eternas siempre y cuando sean el resultado del desarrollo del conocimiento que, además, es una característica de los seres humanos.
Por eso es que existen verdades que podrían ser imputadas de relativas, dependiendo del enfoque de cada quién, y que, con “el proceso que sigue el conocimiento al desarrollarse” terminan convirtiéndose en verdades eternas.
Entre las muchas verdades eternas están el valor de la vida humana, antes tan venida a menos, la paz y la convivencia social.
Otra verdad que, por lo que estamos viendo en el caso de Honduras, ya adquirió categoría de eterna es que un golpe de Estado es un golpe de Estado, sin importar los justificativos que tenga.
Un gobierno puede ser malo, malísimo, pésimo, abusivo, autoritario y hasta violador de la ley pero, si su mandato proviene de las urnas, este tiene que completarse, a menos que el titular muera o renuncie, y nadie tendría por qué acortarlo.
Esta verdad es tan de Perogrullo que, con excepción de los coqueteos de Uribe (que dicen mucho de su vocación democrática), ningún gobierno reconoce a los golpistas de Honduras y hasta Estados Unidos, al que se acusó de haber alentado el golpe, ha expresado claramente su condena.
Y así como un golpe de Estado es un golpe de Estado, existen otras verdades que, con el desarrollo del conocimiento, quizás todavía no sean eternas pero ya son incuestionables y una de ellas es que el periodismo tiene que ser independiente; es decir, no debe responder a los intereses ni del oficialismo ni de la oposición.
Si el gobierno entiende esta otra perogrullada, sus relaciones con la prensa mejorarían notoriamente pero, si la sigue ignorando, confirmaremos los temores en el sentido de que sus intenciones no están orientadas precisamente a la defensa de la verdad.

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