Buscar este blog

Potoquito (y los demás) con mordaza

En acto realizado en la Casa Nacional de Moneda, el 15 de julio de este año fue presentado el libro “Potoquito sin mordaza”, una publicación compilatoria de los 30 años de aparición de un personaje de historieta que se convirtió en icono de los potosinos.
Potoquito es un campesino que dejó su pueblito para vivir en la ciudad. Trabaja de cargador y, ocasionalmente, de reportero popular, como cientos que están diseminados en el área rural de nuestro país. Toca los temas de actualidad con la misma visión de los habitantes de nuestras ciudades: es crítico con las autoridades y, si es necesario, utiliza adjetivos. “Indiecito”, “t’ara” o “indio t’ara y cuernos” son frecuentes en la tira cómica.
El libro se llamó “Potoquito sin mordaza” en referencia a las censuras que sufrió la historieta en tiempos de la dictadura. El creador del personaje, Cristóbal Corso Cruz, cuenta que el director del desaparecido “El Siglo” le pidió que se modere para no meter al periódico en problemas con los militares.
Cuando Potoquito llegó a las páginas de “El Potosí”, lo primero que se le prometió a su creador fue libertad de expresión absoluta. Se le dijo que “el arte no debe ser censurado” y, a partir de entonces, el personaje reapareció, con libertad de decir lo que se le antoje, los días martes, jueves y sábado.
Pero el tiempo pasa y nos demuestra que siempre nos limpiamos la boca tan rápido que nos olvidamos que primero debemos comer.
Hoy, en medio de un gobierno que fue elegido en las urnas, “El Potosí” tendrá que tragarse sus palabras y deberá a pedirle a Corso que, al igual que en la dictadura, se modere en sus tiras cómicas. Y no es cuestión de contenidos, no. Potoquito puede seguir refiriéndose al tema que quiera pero, a partir de la promulgación de la Ley Contra el Racismo y Toda Forma de Discriminación, tendrá que evitar adjetivos sospechosos en sus tiras.
Aquello de “indiecito” y “t’ara” —que Potoquito utiliza para referirse a sí mismo— puede ser fácilmente interpretado como racismo o discriminación y eso podría dar lugar a sanciones para el medio que publica la historieta.
Lo mismo pasará con las caricaturas, las viñetas en un solo cuadro, con los espacios de humor, gráficos o literarios, y ni quiero pensar en cómo deberá escribir Paulovich a partir de la ley racista.
Más aún, los directores de medios y los editores de opinión tendrán que convertirse en censores que revisen previamente el contenido de los artículos enviados a los periódicos y si alguno contiene palabras que puedan interpretarse como racistas o discriminatorias, esos trabajos no serán publicados. Hasta los locutores que abren canales para que la gente opine por teléfono o los entrevista en la calle tendrán que vigilar que estos no digan nada que active la famosa ley. Por tanto, el asunto va más allá de la simple pataleta de los periodistas por imponerle más límites a la libertad de prensa en información en el país. El artículo 16 del proyecto de la ley racista vulnera directamente la libertad de expresión que está garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos y cuyo ejercicio compete a todos los ciudadanos.
Frente a esta realidad, el Gobierno se emperró con la equivocada idea de que los periodistas se oponen a la ley contra el racismo. Mentira. Las organizaciones de prensa ya aclararon que apoyan la ley en sí. La lucha es para conseguir la modificación de un par de artículos que conculcan las libertades obtenidas difícilmente a lo largo de la historia.

No hay comentarios: